OLIMPO: LA MONTAÑA DE LOS DIOSES
¿Cómo te imaginas el Olimpo? Los griegos situaban allí la morada de los dioses y fantaseaban con lujosos palacios y divinos banquetes. Hay representaciones para todos los gustos, casi siempre coincidiendo con una montaña de halo misterioso, envuelta entre tinieblas y de elevada altura. ¿Quieres ver cómo es en realidad? No está tan alejado de como nos lo imaginamos...
Son las 9 de la mañana y nos preparamos para la ascensión al monte Olimpo, la montaña con más altitud de toda Grecia, 2917m. Pero no es sólo eso lo que nos ha traído hasta aquí, sino una larga tradición de leyendas, mitos e historias relacionados con la montaña de los dioses.
Según Homero, el Olimpo era la casa de Zeus donde además se reunían allí todas las demás divinidades, como muestran los siguientes fragmentos de la Ilíada:
"Y ésta (Atenea) marchó al Olimpo, a la morada de Zeus, portador de la égida, junto a las demás deidades" (Ilíada, I, 221-222).
"Ve al Olimpo y suplica a Zeus, [...] el de oscuras nubes" (Ilíada, I, 394-396)
"Mas tú, oh diosa, ascendiste y lo soltaste de las ataduras, llamando de inmediato al espacioso Olimpo al Centímano" (Ilíada, I, 401-403)
"A comunicar ese mensaje a Zeus, que se deleita con el rayo, voy yo misma al muy nevado Olimpo [...]. Al duodécimo día regresará al Olimpo, y entonces yo iré a la morada, de broncíneo piso, de Zeus" (Ilíada, I, 419-426)
"Pero al llegar a partir de aquel día la duodécima aurora, entonces volvieron al Olimpo los sempiternos dioses juntos con Zeus a la cabeza [...] y ascendió de mañana al elevado cielo y al Olimpo. (Ilíada, I, 493-497)
El Olimpo es una montaña impetuosa que impacta por su majestuosidad y por su constante manto blanco de nubes. Dada su altitud, la nubosidad se va acumulando alrededor de la cima creando una atmósfera intrigante y acechadora. Según te vas acercando a la entrada del parque nacional del Olimpo todo respira a montañismo. Es una montaña muy deseada y que goza de mucho respeto tanto por su historia como por la peligrosidad de sus aristas.
Desde el aparcamiento habilitado para los vehículos, donde termina la pista de asfalto, divisamos los diversos senderos que permiten coronar la cima del Olimpo. A mi lado, una de las mejores personas que he conocido en mi vida, un hombre griego presidente durante muchos años del club de montañismo de Kalamata (Grecia), un montañero experimentado que vive las montañas con la ilusión del primer día. Ha subido el Olimpo alrededor de 15 veces, dos por año, una en invierno y otra en verano. De sus palabras llenas de sabiduría, resalta su entusiasmo "Es la mejor montaña, lo tiene todo".
Decidimos desmarcarnos de la ruta tradicional que bordea la cumbre de las montañas aledañas hasta llegar a la ladera del Olimpo y nos aventuramos por una nueva vía abierta hace muy poco por un grupo de montañeros, él entre ellos. Es una ruta más rápida pero con mucho más desnivel que la tradicional. Calculamos que en apenas 4 horas podremos estar en la explanada del refugio, en comparación con las 7-8 horas del camino más transitado.
La ascensión es pura magia, dejamos nuestra huella por senderos escondidos en el bosque, apenas entreviendo el cielo al mirar hacia las ramas de los árboles. Gracias a algunos claros tenemos ocasión de divisar la cima del Olimpo, siempre cubierta de nubes. El camino discurre fácil a pesar de las previsiones y sólo el último tramo requiere de cierta técnica, con una zona escarpada de rocas y pendiente.
Cuando llegas a la explanada del Olimpo apenas lo puedes asimilar. Creo que es la visión más impresionante que puedes esperar. Parece que existe otro mundo ahí arriba. Una inmensa pradera verde nos recibe. Bien podrían los dioses haber jugado al fútbol en estos campos, al menos espacio no les habría faltado. Es mediodía y se debe esperar al día siguiente para terminar la ascensión, puesto que las nubes cubren ya toda la cima del monte. Nos separan apenas 100 metros de altitud de nuestra cima y la montaña parece retarnos con la mirada.
Recorremos las estancias de los dos refugios de montaña que albergan a los
montañeros que suben hasta aquí. Antiguas fotografías, dedicatorias, recuerdos... todo para una montaña de ensueño.
Al día siguiente, provistos de cascos para evitar el impacto de las rocas que pueden desprenderse desde la cima, nos encaminamos hacia el trono de Grecia. La ascensión parece tan abrupta que no logras entender bien por dónde transcurre el sendero que a tantos hombres ha llevado a la cumbre. Poco a poco, las señalizaciones van indicando el camino. Algunos de los compañeros que van delante nuestro se paran dudosos de si continuar o no. Nosotros adelantamos nuestro paso mientras sus siluetas se van quedando cada vez más en la lejanía.
La ascensión de los últimos 100 metros requiere mucha concentración, en especial por el continuo desprendimiento de piedras las cuales alcanzan mucha velocidad en poco tiempo a causa de la pendiente. Es un terreno muy escarpado donde el movimiento se convierte en un juego de manos y pies constantes. Mirar hacia abajo no está recomendado, sin duda se ha de ser un dios para llegar a tan altas esferas.
Cuando divisas el inicio de la cumbre, un impulso interno se hace dueño del cuerpo y los pies parecen avanzar solos hacia su destino. La respiración se hace profunda y los ojos no dan crédito a lo que ven ante ellos. Una fuerza parece controlar aquel lugar sagrado, donde un vértigo te domina sabiendo que estás en el punto más alto de Grecia, aquel al que los antiguos griegos sentían pavor de tan sólo mirar a lo lejos y sobre el que tantas especulaciones han tenido cabida.
Sin duda, la sensación de estar en la morada de los dioses, es difícilmente explicable... hay que sentirla.
15 de Julio, 2013.
Solo me queda deciros: contemplad las vistas de las que disfrutaban los dioses...